Isabel Acosta antes de comenzar una de sus clases de pilates.
Isabel Acosta antes de comenzar una de sus clases de pilates. / Mario Moreno

«Calamonte es grande gracias a sus mujeres, que son fuertes y nobles»

  • «Soy de Mérida pero me siento calamonteña y es que lo más bonito de mi vida me ha pasado en este pueblo»

Isabel Acosta de 51 años, es conocida en Calamonte por sus clases de danza clásica y por la gimnasia con diferentes nombres. Trabaja desde pilates hasta el step para todas las edades. La protagonista de HOY lleva trabajando 28 años en la Universidad Popular Pelayo Moreno por puro azar. Confiesa que con 3 años de edad comenzó a quitarse los zapatos para ponerse de puntillas. El ballet le encantaba, pero también la zarzuela y la danza clásica.

Acosta se define así misma, primero como madre y después como profesional de la danza y la gimnasia terapéutica. Cuenta que desde que se levanta por la mañana hasta las diez de la noche es un auténtico puzle para compaginar su trabajo diario con sus tareas como madre de dos chicos en pubertad y una joven que ya empezó la universidad. Su trabajo y dedicación ha tenido sus frutos. Por ejemplo cuando montó la coreografía con la filarmónica de Madrid de la ópera Carmen que se interpretó en el Teatro Romano de Mérida. Actualmente trabaja con la unidad del dolor del Hospital Infanta Cristina para rehabilitación de pacientes.

Una tarea que compagina llevando la escuela municipal de danza de Arroyo de San Serván y otra en Trujillanos, mientras que en Mérida ofrece pilates para personas con patologías y en Calamonte lleva el área física: Pilates, gimnasia de mantenimiento para adultos y ‘steps’.

–¿Qué estudió para dar clases de danza?

–Comencé mis estudios en Mérida en la Academia Isadora con la profesora de danza Fabiola Gutiérrez. También allí empecé mis estudios de danza con la “Royal Academy of Dancing” que terminé ya en Madrid donde me especialicé en danza española.

–¿Cuándo impartió sus primeras clases de danza?

–Fue una casualidad de la vida. Tuvimos una profesora que llegó desde Málaga. Después de tres años en la Academia Isadora tuvo un divorcio que le afectó mucho y dejó las clases. Fue entonces cuando Fabiola, me pidió que diera yo las clases. Así que, empecé a trabajar con 16 años.

–Y a partir de aquí ¿Ya quedó totalmente vinculada al mundo de la danza?

–Sí. A partir de aquí me apunté al nocturno del Instituto Santa Eulalia y empecé a tener grupos de niñas, monté festivales de danza, etc. Además, continué mi formación de danza en Madrid. Iba de lunes a miércoles y al volver, nada más bajarme del autobús, ya estaba dando clases en Mérida hasta las diez de la noche. Así estuve cuatro años. En Madrid me formé siempre con los mejores. Estuve con Mari Emma, Merche Esmeralda, Ciro y allí terminé de sacarme la titulación del «Royal Academy of Dancing». Cuando fui a Madrid, fui a tope. A darlo todo.

–¿Es necesario tener un buen físico para la danza?

–Recuerdo a mi profesora en Madrid, Isabel Quintero, que me decía que yo tenía mucho campo abierto por mi físico. Tengo rasgos muy del sur y me decía que podía hacer lo que quisiera: “Te vas a comer los escenarios por tu físico” me decía. Pero eso es una cosa que me molestaba muchísimo, porque yo me mataba a ensayar, con las rodillas echas polvo, los pies destrozados de taconear y me decía que me iba a comer los escenarios por mi físico. Pero en aquella época sí es cierto que el físico ayudaba muchísimo en la danza. Te hablo de hace 30 o 40 años.

Ahora ya no es así. Ahora, las cosas han cambiado y se valora la técnica, el arte, el alma que tengas dentro y no importa si estás delgada, gorda o si eres rubia o si es morena. En aquella época no era lo mismo si eras japonesa o tenías rasgos anglosajones.

–¿Cómo fue su periodo de vida en Madrid?

–Cuando decidí establecerme en Madrid, tuve que trabajar. Coincidió una mala época con las empresas de mi padre y pude compaginar mis clases con trabajo. De ocho de la mañana a tres de la tarde recibía las clases, pero de seguido. A las tres hasta las diez de la noche daba mis clases.

Además, coincidió con el boom de las sevillanas en Madrid y tenía listas de espera. En aquella época había poca gente con formación para poder enseñar sevillanas y si encima si eras del sur, casi mejor. Porque parecías nativa y eso a la gente le gustaba. Formé parte de la Zarzuela Nacional. En Madrid me casé y después entré en un periodo de crisis personal. Pasaron muchas cosas en muy poco tiempo. A mi padre le dio un infarto, mi suegro murió en mis brazos, y entré en crisis. De hecho entraba en el metro y me daba ansiedad. Creo que había vivido muy rápido con 24 años.

–¿Y cómo fue que una profesora de danza en Madrid, con un mundo por delante, termina en Calamonte?

–Después de aquellas experiencias me vine a pasar el verano tranquila con mi familia y en septiembre tenía que volver. Fue entonces cuando recibí la llamada de Calamonte para impartir clases de danza. En aquella época la danza la encontrabas en las grandes ciudades, pero la Junta de Extremadura impulsó unos fondos para llevar la danza a las zonas rurales de la región. Tuve que pensármelo mucho. Mi padre, que sabía que no había pasado una buena época se presentó en Madrid. Abrí la puerta de mi piso y allí estaba. Eran las 11 de la noche, me di una ducha y nos fuimos a cenar. Me dijo: al menos acércate y ves lo que tienen preparado allí. A Pedro Lavado no se olvida el día que pude ver ese patio de naranjos con esa luz que entraba en la sala. Yo me quedé loca. Es que claro, yo estaba acostumbrada a los estudios de Madrid, que eran sótanos o bajos con muy poca luz natural. Así que, cuando vi esta pedazo de sala, decidí quedarme siete meses para luego volver a Madrid. Todavía tengo contacto algunas alumnas por teléfono y por redes sociales.

–¿Cómo ha sido su aventura en Calamonte?

–Soy de Mérida pero me siento calamonteña y es que lo más bonito de mi vida me ha pasado en este pueblo. He trabajado en diferentes pueblos, y puedo decir que Calamonte es grande gracias a sus mujeres. Son mujeres fuertes, súper generosas, trabajadoras y nobles. Una de las cosas que me gustaron cuando llegué al pueblo es que las niñas tenían nombres normales (sonríe). Yo venía a dar clases de ballet. Luego incorporamos la danza española. Aunque posteriormente, el Ayuntamiento me propuso dar clases de aerobic y pilates. De hecho al principio cuando daba estas clases, las mujeres venían tapadas hasta arriba, porque lo veían, no como un acto saludable, sino como como un acto de diversión.

Entonces lo escondían. De lo que me siento orgullosa es de introducir a las mujeres en el cuidado físico. Si de algo me siento más orgullosa es de ser la primera en introducir la gimnasia a mujeres en Calamonte. Además, entre 2011 y 2012 hice un maratón de aerobic por toda Extremadura a través de la Junta.

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