Calixto explica el funcionamiento de uno de los enseres a alumnos del CEIP San José de Calamonte.
Calixto explica el funcionamiento de uno de los enseres a alumnos del CEIP San José de Calamonte. / :: Cedida

Calixto Fernández: «Dedico mi tiempo a que Calamonte tenga un gran museo etnográfico»

  • Lleva seis años preparando a diario los más de 600 aparatos que tiene para que formen parte de un gran museo etnográfico, que es un sueño que espera hacer realidad pronto

Calixto Fernández Zambrano, de 75 años de edad, casado con María Galán Fernández, es padre de dos hijas y un hijo (quién no conoce a Pedro el de la gasolinera). Se siente orgulloso por llevar a sus tres hijos al conservatorio de Mérida para que, desde bien pequeños, aprendieran a valorar la música.

Calixto es conocido en el pueblo de tres maneras diferentes: Calixto el de la Renault, Calixto el de la ITV, Calixto el de la Gasolinera; y ahora será por Calixto el del museo.

Es un apasionado de la música. Se ganó la vida desde muy joven siendo mecánico, primero en Talleres Gordillo, luego en Marcesa y poco después pasó a formar parte del equipo de mecánicos en la ITV de Mérida hasta su jubilación.

Cali padece parkinson, pero mantiene la frescura que siempre le ha caracterizado. Mantiene su afición por la música reparando radios y tocadiscos antiguos. Lleva 52 años explorando y rescatando los modelos más inverosímiles que podamos imaginar. Su legado es de muy alto valor y se encuentra en el museo etnográfico desde 2013, aumentando cada año.

En las dos primeras legislaturas de la democracia en España, y en concreto en Calamonte, formó parte de las listas del PSOE junto a Eugenio Álvarez, que fue alcalde durante la década de los años 80.

En esta entrevista cuenta su ilusión por reabrir el museo etnográfico y hacer de él un lugar digno de Calamonte.

–La mayor parte de su vida la ha pasado trabajando de mecánico. ¿Cuándo y dónde se formó?

–Empecé mis estudios en la Escuela de Formación Profesional de Mérida con 12 años. Recuerdo que me iba andando y cogía el camino antiguo de Mérida con la talega al hombro, todos los días, durante tres años.

–¿Consiguió trabajo nada más salir de su formación?

–Sí. Fui a hacer prácticas en Talleres Gordillo durante un verano y poco después me llamaron para incorporarme. Allí estuve un tiempo.

–¿En qué otros lugares ha trabajado usted?

–Tras mi paso por Talleres Gordillo, pasé a Pegaso y a los pocos meses, fui a parar a Marcesa. Allí me catalogaron, porque tienen una industria amplia, y me ubicaron en Renault. Pocos años después, pasé a la Inspección Técnica de Vehículos (ITV) de Mérida hasta mi jubilación hace 10 años.

–Tengo entendido que fue a Madrid a buscar trabajo.

–Con 18 años unos familiares de Madrid me buscaron trabajo y cuando llegué, resultó que no tenía trabajo. Así que me tuve que poner a trabajar como peón de albañil. Así que al año y medio me vine porque no era lo mío. El jefe de Talleres Gordillo, antes de irme ya me advirtió de que no me fuera, porque decía que se me daba muy bien la mecánica. En cuanto supo que me vine, mandó recado para que me fuera a trabajar con ellos. Luego marché a la mili obligatoria y al terminar, me fui a talleres Barquero de Almendralejo. De todas las cosas que me han pasado en la vida, no me ha salido todo bien, pero acepto como bueno todo lo que me ha pasado. Aunque con 14 años me quedé sin padre y aquello no fue agradable.

–Hace años, usted militó en el PSOE. ¿Cómo fue su paso por la política?

–Formé parte del PSOE con Eugenio Álvarez en la primera legislatura de la democracia en 1979, ganando con mayoría absoluta. Entonces Eugenio fue alcalde. Yo iba en la lista como número dos y estuve en el equipo de gobierno dos legislaturas.

–¿Por qué montó la gasolinera en Calamonte?

–Firmamos un acuerdo con CEPSA en los años 90 porque el pueblo la necesitaba. Presenté un proyecto donde la ubicación y los metros cuadrados útiles eran importantes, y fue bastante bien. Hace un par de años la vendí.

–¿Cuándo le diagnosticaron el parkinson?

–El tema del parkinson es curioso, porque el 20 de marzo es mi cumpleaños y fue cuando me jubilé hace 10 años. En esa fecha, estaba con la familia en Valencia para ver a mi hija y de paso vimos las fallas. Fue allí cuando me descubrieron el parkinson por casualidad. Aunque supongo que esto llevaría años ahí.

–¿Qué tal lleva su enfermedad?

–Lo llevo bien porque soy una persona muy optimista. Y este hobby me ayuda mucho.

–Ahora que está jubilado, ¿a qué dedica su tiempo libre?

–Yo estaba deseando jubilarme para dedicarme a mi hobby que es mi colección de antigüedades. Empecé a juntar objetos para restaurar desde hace 52 años. Por eso la colección que tengo es tan amplia. En torno a 600 piezas. Tengo una ilusión enorme preparando el museo etnográfico para que Calamonte tenga un museo que pocos sitios lo tienen, por sus piezas únicas. Este tocadiscos (lo señala mientras conversa y repara) es de la primera década del siglo XX.

–Aunque ya se inauguró en 2013. ¿Próximamente abrirá de nuevo al público?

–Sí. Entonces se puso una cantidad pequeña de antigüedades. Entonces expusimos José ‘El Fragüero’, con sus aperos, y yo con los aparatos de radio, tocadiscos y otros enseres. Los chavales del colegio ayudaron en la catalogación de los objetos y quedó muy bien. Pero aquello fue temporal. Había mucho que sacar y llevo seis años todos los días preparando los aparatos. Mi ilusión es que se abra al público sin ánimo de lucro.

–¿Y cómo lleva su mujer la dedicación a este hobby?

–Ella disfruta de la labor que estoy haciendo, pero lo que no le gusta es que le inunde su espacio. Así que, cuando me ve llegar con algo me dice: ¿más mierda me traes? Eso me pasó cuando llegué a casa con este juego de mesa con sus sillas que tienen un bajorrelieve de soldados de distintas épocas.

–¿Cómo llegó hasta aquí?

–Tiene su historia porque vienen de la Garrovilla. El dueño tenía un almacén y quería sacar lo que tenía allí. Recuerdo que el señor vino a la radio municipal y al ver esta sala, entró por curiosidad. Estando un día por Mérida me saludó y me dijo que tenía un juego tallado en relieve para venderlo. Y al final, fue un regalo.

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