Pedro José con su moto y las sillas en las que trabaja artesanalmente.
Pedro José con su moto y las sillas en las que trabaja artesanalmente. / :: Mario Moreno

Pedro José Rodríguez Barrena: «Cuanto más laborioso es un trabajo más me motiva»

  • «Trabajo con varios tipos de materiales, por ejemplo el mimbre y tiretas de juncos, un material que viene de Colombia»

  • Pedro José Rodríguez Barrena. Artesano

Las sillas que hay en casa de Pedro José Rodríguez las ha hecho él. Pero además, ha construido prácticamente toda la vivienda de una de sus hijas. Y todo padeciendo una enfermedad llamada osteogenesis imperfecta , más conocida como huesos de cristal, que le ha provocado 35 fracturas y 18 operaciones en los huesos. Precisamente cuando HOY le hace la entrevista, permanece de baja tras su última operación de la columna. Antes iba frecuentemente a su huerto, que reconoce le gustaba mucho, pero tuvo que dejarlo. Con la artesanía sigue dando uso a sus manos.

–¿Quién le enseñó a hacer estos asientos artesanales?

–Me enseñó mi cuñado Juan Barrena ‘Tortera’. También aprendí de mi suegro, mientras estaba de novio con mi actual mujer, María, le ví hacer un asiento de bayón. Un día me puse y recordé cómo hacerla. Después, la gente que acude a la asociación demanda mucho este tipo de asientos.

–¿Cómo empezó a conocerse su artesanía?

–Mi hija Maria hizo una foto a una de las sillas que hice para mi casa y la subió al Facebook. Yo estaba trabajando por entonces limpiando las cunetas en Santa Marta y la máquina la dejábamos en una carpintería pasando la noche para el día siguiente seguir. Y el carpintero, que se llama Alfonso Píriz, lo tengo de amigo en Facebook, vio la silla y me llamó preguntándome si había hecho yo esa silla. Total que me dice que es el presidente de la Asociación para la Divulgación del Arte Extremeño y llevamos dos años buscando un sillero. Lo que hacen es montar ferias de artesanía relacionadas con fiestas del folklore y antigüedades. Así que, me animó a meterme en la asociación.

–Qué actividades lleva a cabo?

–Lo pasamos muy bien. Son jornadas de convivencia y prácticamente nadie vive de esto, porque la mayor parte de nosotros nos lo tomamos como un ‘hobby’. Hay un alfarero que sí vive de ello. Hemos montado ferias a nivel nacional y a nivel internacional. En estas fechas de verano es cuando más ferias hacemos. Hay una feria en Badajoz, que se celebra en Pardaleras donde me suelo traer 10 o 15 sillas para hacer.

–¿A qué sitio ha ido que le haya llamado más la atención?

–En octubre pasado estuvimos en Portugal, en Sintra y aquello es precioso. Allí me salió bastante trabajo y muchas personas se interesaron por los asientos para sus sillas antiguas, pero tuve que explicar que no podía porque estaba muy lejos de allí. Así que, les propuse traerme sus sillas, pero claro, tenían que recogerlas aquí, porque es donde tengo el taller. Para el año que viene nos han invitado para ir a Lisboa.

–¿Y cómo lleva la enfermedad, ha mejorado?

–Con el tratamiento llevo nueve años sin romperme. Me han fortalecido los huesos por fuera, porque por dentro no se pueden fortalecer, y ahora lo que me ataca más es a deformaciones de huesos. También me han hecho un estudio genético y han averiguado cuál es el gen que causa esta enfermedad. Ahora se harán pruebas genéticas mis hijas y nietas por si son portadoras o no.

–¿Qué material se utiliza para hacer estos asientos?

–El bayón, en realidad se llama nea, pero aquí se le llama bayón. Este material crece en el río y hay veces que si tengo muchas sillas que hacer, pues me saco el permiso en la Confederación hidrográfica del Guadiana y voy al río a coger nea. Sin el permiso de confederación, está prohibido cogerla, aunque otras veces la compro en Sevilla. Una vez que te pones con esto, te aventuras con más tipos de asientos. Por ejemplo, esta donde estoy sentado es de cuerdas de algas marinas. También trabajo con cáñamo y realizo otro tipo de asiento de rejilla, que es más laborioso porque la tejo yo. Trabajo también el mimbre y tiretas de juncos, un material que viene de Colombia. Con el mimbre lo que hago son las butacas enteras.

–¿Cuál ha sido el trabajo más laborioso de los últimos que ha hecho?

–Precisamente hace unos meses me trajeron unas sillas con más de 100 años. El material con el que remodelé el asiento fue con las tiretas de juncos traídas de Colombia expresamente para este asiento. La verdad, que no había visto nunca ese tipo de sillas, pero me puse manos a la obra. La persona que me la trajo me propuso el arreglo como un reto, y se la dejé tal y como era originalmente. Ha sido uno de los trabajos más bonitos y laboriosos que he hecho por cómo venían las sillas. Pero el resultado fue maravilloso. A mí cuanto más laborioso es un trabajo, más me motiva. Yo el tiempo que le echo a las sillas no lo cuento. Hay sillas con 28 horas de trabajo.

–Además de las sillas, ¿tiene algún otro hobby?

–Las motos. Tengo una Suzuki intruder americana del año 90. De esta clase hay muy pocas en España. Este ha sido el único capricho que yo he tenido y me la compré cuando pude. No me costó muy cara porque quien me la vendió pensaba que tenía una avería de más de 2.000 euros, pero luego resultó ser un arreglo de 46. Pero esta moto tiene una historia detrás. Yo tenía la moto con la que voy a trabajar y cuando mi hija Elisa terminó los estudios de la jefatura de cocina, junto a mi yerno Alberto, les propuse montar un bar. La economía estaba complicada para aventurarnos en abrir un negocio. Mi idea fue vender la moto, pero también sabía que ellos no querían que la vendiera. ¿Qué hice? Les dije que un coche me pudo llevar por delante en una rotonda, le había cogido miedo y que la quería vender porque no la iba a coger más. Así que les convencí, vendimos la moto y abrimos el bar. El negocio funcionó bastante bien. Dos años después, yo tenía el contacto de la persona a la que le vendimos la moto, y un día le dije que si algún día tenía pensado venderla, que primero me llamara a mí para volvérsela a comprar. Un día me dice mi hija que hay que ver la suerte que tuvimos con que te pudiste caer de la moto y lo bien que nos va en el bar. Entonces le conté la verdad. Los dos acabamos llorando. Esto fue en 2013. El día de mi santo, era sábado. Estaba yo sólo en el bar. A eso de las cinco de la tarde veo que llegan todos con la excusa de tomar un café, y cuando estábamos hablando escucho el rugido de una moto. Me quedé extrañado. Al segundo acelerón me levanté y dije, ‘me cago en diez, que esa es mi moto’. Y allí estaba mi primo José con la moto en la puerta. Total, que se fueron a Salamanca y me compraron la moto al que yo se la había vendido. Y desde entonces aquí está conmigo de nuevo.

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