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Las calles de Calamonte deberían estar hoy repletas de gente. El sol también parece intuir que el sábado después del Día de Todos los Santos es una fecha especial en esta localidad, porque es la primera vez en toda esta semana que se ha dignado a aparecer. Pero ni el buen tiempo ni las ganas de pasarlo bien harán que la Castañá se celebre. La pandemia del coronavirus se desató por completo apenas unos días antes de la famosa feria de San José y no ha permitido que los vecinos se resarzan ocho meses después en otra de sus grandes festividades.
Ni Juani ni Petri Macías salen ya en este día tan señalado. «Ahora es mayormente la juventud la que lo hace», comenta la primera. Sin embargo, las dos añoran el ambiente que se forma durante este fin de semana. «Todas las fiestas se echan de menos. Yo la verdad que hace años que no la celebro, pero el pueblo se nota más animado», señala la segunda.
Francisco Fernández, más conocido como Frasquilla, también extraña todo el ajetreo que acarrea la Castañá porque él mismo, a pesar de rozar los 60 años, sigue celebrándola. «Nos vamos a una nave que tengo en el polígono, cerramos las puertas y nos metemos todos allí, los nietos, los matrimonios… Es algo muy bonito, pero este año no se va a celebrar nada», cuenta con algo de resignación.
La residencia Casa San José y Padre Leocadio de Calamonte es, probablemente, la única excepción en todo el municipio. Allí han apurado hasta casi el último día para decidir si organizaban su tradicional fiesta de otoño que este año tendrá lugar el 13 de noviembre. «Se decora el centro de otra forma, se comen productos típicos de esta estación dentro de las posibilidades de cada uno y se dan algunos premios como Miss y Míster Otoño, Simpatía, Colaborador... para que se sientan un poco mejor ese día», explica Piedad Acosta, terapeuta ocupacional de la residencia.
Aprovechan que los usuarios viven todos juntos en una especie de burbuja y que ninguno presenta síntomas compatibles con la covid-19 para darles una alegría en medio de tanta preocupación. El resto de habitantes, sin embargo, deben seguir teniendo cuidado para evitar un repunte de los contagios. «Los mayores sí que sabemos que hay que ser responsables porque somos conscientes de que es peligroso para nosotros, pero la juventud no. Se juntan, no se ponen mascarillas, no se alejan, se van al botellón… Es una pena», dice Frasquilla.
Jesús Manuel Fernández no está del todo acuerdo con él. Cree que hay gente que sigue quedando en las casas y que no se toman esto en serio, pero en su grupo de veinteañeros están todos bastante concienciados. «Fiestas, cero», afirma con rotundidad. Ahora mismo se encuentra en Béjar estudiando y las medidas restrictivas de Castilla y León no le permiten desplazarse a Calamonte, pero las nuevas tecnologías y, en concreto, las videollamadas serán lo que eviten que se quede sin ver a sus amistades como cada Castañá.
Al final, este tipo de reencuentros constituyen gran parte de la esencia de esta festividad. «Toda la gente viene de fuera para la Castañá. Ves a amigos con los que no coincidías hace tiempo porque cada uno trabaja o estudia en ciudades distintas», manifiesta José Luis Macías. Él sí que se reunirá con algunos de su cuadrilla, aunque sin superar el límite máximo de seis personas no convivientes y con la correspondiente distancia de seguridad.
Cuando se les pregunta cómo celebrarán la Castañá el día que todo vuelva a la normalidad, José Luis solo piensa en hacer lo mismo que ha hecho siempre, «que es como mejor se pasa». Lo primero que le sale a Jesús Manuel, en cambio, es un resoplido que apenas necesita explicación. «No creo que sea de un día para otro, pero nos cogeremos una buena», responde entre risas. Para ambas cosas, de momento, habrá que seguir esperando.
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